Sharon, de California, iba de salida, cuando, al abrir la puerta de
su casa, descubrió a un animal casi sin vida, tirado en el umbral de su
casa. A primera vista, el huésped no invitado parecía ser un perro
monstruosamente agotado.
Al prestar mayor atención, ella se dio cuenta de que la bestia
todavía estaba viva, por lo que la compasiva mujer, en primer lugar,
marcó el teléfono de los defensores de animales locales.
En poco tiempo, a la casa de Sharon llegó un grupo de voluntarios…
¡Cual no fue la sorpresa de todos, al descubrir que, de hecho, el pobre
intruso no era en absoluto un perro!
Al acercarse, los rescatistas determinaron rápidamente la especie del
animal. En el umbral de la casa de Sharon se encontraba un coyote medio
muerto.
A pesar de lo tétrico de su apariencia, la bestia era una chica
joven, aunque muy enferma. Conmovidos por la desafortunada, los
voluntarios la llevaron de inmediato a un especialista.
Los trabajadores del refugio, donde fue tratada la pobre
parienta de los perros, nombraron a su nueva pupila Princesa. Curar el
animal fue una tarea muy difícil: además de la sarna sarcóptica
altamente desatendida, el coyote sufría mucho por desnutrición y por
deshidratación.
Afortunadamente, los buenos veterinarios fueron capaces de ayudar al
animal a lidiar con todos los problemas. Un papel importante en la
restauración de la salud de Princesa fue desempeñado por el poder de la
amistad. En el refugio ya había dos coyotes enfermos, y la joven chica
rápidamente encontró un lenguaje común con ellos.
Con el tiempo, los signos de la sarna fueron cosa del pasado. En
lugar de un viejo perro, bastante anticuado y de raza indeterminada, una
belleza esponjosa y elegante salió a la luz, como un ave fénix de entre
las cenizas. ¡Y todo gracias al incansable trabajo de sus cuidadores!
Cuando Princesa y sus amigos coyotes finalmente se recuperan, los
voluntarios los liberarán en la naturaleza. Pero, si Sharon no hubiera
llamado ese día a los rescatistas, el destino del anima habría sido
otro…
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