De acuerdo a datos de UNICEF, América Latina es la única región del
mundo en la que las maternidades en niñas aumenta sostenidamente cada
año, y en el caso de Ecuador, los abordajes desde las instituciones no
han logrado frenar la tendencia.
"En América Latina lo que está ocurriendo es una pandemia de
violencia sexual y maternidad forzada en menores de 14 años", afirma a
Efe Ramón Torre, oficial de programas en Ecuador de Planned Parenthood
Global.
"Los estados no están protegiendo a las niñas, porque en la gran
mayoría de los casos sufren la violencia sexual dentro de su propio
hogar y la única opción que les proporcionan es continuar ese embarazo y
convertirlas en niñas madre", censura Torre.
En el caso de Ecuador, la problemática se aborda técnicamente desde
la preparación psicológica y física del parto y el cuidado de la
criatura, siendo opciones como el aborto o la adopción prácticamente
inexistentes.
En el país andino el aborto está permitido bajo los supuestos de
violación a una discapacitada mental, o que el embarazo represente un
grave riesgo a la salud y vida de la mujer.
Las estadísticas oficiales de embarazos en menores de 14 desde 2009
a 2017 superó los 17.000 y las proyecciones del Ministerio de Salud de
nacidos vivos por cada 1.000 niñas en ese rango de edad reflejan una
tendencia al alza situándose en 3,38 en 2017 y 3,50 en 2018.
"Aproximadamente el 80 por ciento de los embarazos por violaciones a
estas niñas son por personas del mismo círculo familiar", puntualizó a
Efe Carlos Cisneros, subsecretario de Promoción de la Salud e Igualdad.
El hospital gineco-obstétrico Isidro Ayora de Quito, centro de
referencia del país con la primera planta especializada en embarazo
adolescente, solo el pasado año atendió a 746 niñas entre 10 y 14 años
embarazadas, un promedio de dos al día.
En una de sus salas de puerperio, varias menores recostadas sobre
las camas comparten confidencias y risas ante la mirada de los curiosos.
Junto a ellas, un pequeño habitáculo donde se les practican curas
también es el punto donde se les realizan implantes anticonceptivos para
evitar un nuevo embarazo.
En el hospital, considerado de tercer nivel, las niñas paren sin
epidural, los esfuerzos se centran en que alumbren mediante parto
vaginal y posteriormente se les asesora en materia de cuidado del menor y
lactancia.
Pese a que en menores de 14 años los casos son considerados
violación, desde la institución médica solo se denuncian en determinadas
situaciones y se tiende a conciliar con el padre de la criatura o sus
familiares, "por el bien de la paz social".
"Si tenemos el conocimiento real de que la chica fue violada y no
viene derivada de Fiscalía, estamos en la obligación de denunciar",
indicó por su parte Patricio Jácome, especialista del servicio de
atención integral para la adolescente de la maternidad.
Explica que las menores llegan muchas veces con varios meses de
gestación, abortos en curso, malas prácticas clandestinas de
interrupción del embarazo, y que no se ofrece el aborto, "porque no está
permitido por violencia sexual".
Las ONG reivindican que el supuesto del peligro a la salud de la
progenitora debe ser entendido ampliamente como un concepto que engloba
su salud física, psicológica y social.
Sobre los métodos anticonceptivos que aplican a las menores, lo que
impide el mal menor de una nueva gestación, pero no enfrenta la causa
de la violencia sexual de la que fueron objeto, Jácome indica que han
resultado ser exitosos y que un 70 por ciento abandona el hospital con
implantes que duran entre 3 y 5 años.
La psicóloga del servicio de adolescencia del centro, Cecilia
Zurita, explica que las menores que sufrieron agresiones sexuales
desarrollan mayor rechazo del bebé, "misión para la que nunca están
preparadas y terminan desarrollando problemas psicopatológicos".
Virginia Gómez, de la fundación Desafío, que elaboró un demoledor
informe sobre la cuestión titulado "Vidas Robadas", subraya que estas
niñas suelen proceder de estratos sociales muy empobrecidos y entornos
donde nunca han ejercido sus derechos.
"La desinformación hacen que no sepan qué les está sucediendo,
intuyen que cuando sus padres o hermanos las tocan algo está mal, pero
cuando son penetradas ya es demasiado tarde", lamenta.
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